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Durante nuestra “pausa por la causa”, AMKRF ha entrado en un tiempo de reflexión organizacional y de desarrollo de análisis. Como parte de nuestro trabajo, estamos compartiendo reflexiones acerca de lo que hemos aprendido en el proceso de construcción de relaciones entre nosotrxs y analizando el poder, la supremacía blanca y la opresión, junto con la liberación.
“Si no te dan un puesto en la mesa, trae una silla plegable.” – Shirley Chisolm
He aprendido muchas lecciones de mi familia de inmigrantes haitianxs. Mis viejxs vinieron a este país en busca de mejores oportunidades para ellxs y sus hijxs, y durante mi crianza, me inculcaron la importancia de tomar “mi puesto en la mesa.” Aunque ellxs creían en el potencial estadounidense, no eran ingenuxs acerca de la realidad de Los Estados Unidos. Ellxs sabían que mi condición de mujer negra en un país liderado por gente blanca me hacía vulnerable a todo tipo de discriminación. Mis viejxs sabían que para poder aprovechar todo lo que Los Estados Unidos ofrecía y para tener la máxima autonomía sobre mi propia vida, yo tendría que estar en los lugares en donde se tomaban las decisiones.
Por eso trabajé muy duro y me desplacé por la supremacía blanca y el patriarcado como Neo en The Matrix. Mi misión era una sola: tener un puesto en la mesa. Tomé decisiones profesionales que coincidieran con mi ambición. Me gradué de Harvard y me dispuse a cambiar el mundo. Sin embargo, lo que mis viejxs no me dijeron fue qué hacer una vez tuviera mi puesto en la mesa. De la misma manera en que generaciones de padres y madres de la diáspora africana, ellxs pusieron toda su energía en impulsar a sus hijxs hacia más oportunidades, sin tener idea sobre cómo sería el panorama cuando llegaran ahí.
Mi travesía en el liderazgo se asemeja a la travesía de “The ‘Problem’ Woman of Color in the Workplace (La ‘problemática’ mujer de color en el trabajo) representada por la organización Center for Community Organizations (COCo).
Enfrenté muchos retos para los que ni mi educación ni mi familia me prepararon. Por ejemplo, qué hacer cuando tu jefe blancx te pide que convenzas a otrx empleadx negrx de que la organización no tiene ningún problema racial. O cuando el racismo institucional está tan arraigado que puedes adivinar cuáles empleados trabajan en posiciones administrativas solamente con mirar el color de su piel. O cómo hacerle frente a las preocupaciones sobre la forma en que tu organización trata a las personas de color (POC, por sus siglas en inglés) a la vez que tratas de encontrar el tiempo para hacer el trabajo para el cual te contrataron.
Ahora que tengo un puesto en la mesa de la filantropía, influyendo en cómo se redistribuyen los fondos, he recurrido a mis ancestros negrxs feministas y queer para que me guíen sobre cómo mantenerme firme en este momento. Me encuentro regresando a las palabras de Audre Lorde, “La casa del amo no se desmantela con las herramientas del amo. Puede que nos permitan vencerlo de momento en su propio juego, pero nunca nos permitirán causar un cambio verdadero.”
Recurro al trabajo de lxs constructorxs del movimiento de justicia social, y a toda la historia estadounidense, para recordarme que aunque yo he podido beneficiarme de los sistemas de este país, el sistema sigue estando amañado. La filantropía se encuentra en un punto complejo en nuestro sistema capitalista, en el que es una herramienta de apoyo para las comunidades marginadas, pero a la vez es financiada por un sistema que permite que el 1% acumule riqueza en prejuicio del 99% restante.
Como ciudadana estadounidense de primera generación, que de ciertas maneras ha vivido el sueño americano, tengo un profundo interés en ayudar a este país a ser un ejemplo de los valores que dice apoyar–valores de dignidad humana, de autonomía y de democracia participativa en donde todxs tengan poderío en su búsqueda de la felicidad. Muchas de las mejores prácticas” de la filantropía resultan alejando a lxs financiadorxs aún más de esos valores. Por ejemplo, muchxs financiadorxs tienen restricciones sobre cómo lxs becarixs pueden utilizar el dinero, poniendo al personal de las organizaciones sin fines de lucro en la posición de ignorar lo que es mejor para su organización y comunidad para poder retorcerse y ajustarse a los requisitos de lxs financiadorxs. Estas prácticas incrementan el control de lxs más adineradxs y sostienen los valores del “amo de la casa.”
No me interesa reproducir esos sistemas en el Mandel Rodis Fund. Junto con nuestro equipo, lucho por el concepto de “cambio verdadero.” ¿Es posible crear una relación reparadora entre financiadorxs y becarixs en la que conspiremos juntxs en la lucha por la liberación? ¿Podemos trabajar juntxs para desmantelar la casa del amo, entendiendo que los sistemas injustos nos perjudican a todxs, tanto a lxs adineradxs como a lxs pobres? ¿Podemos construir sistemas alternativos que fortalezcan y empoderen a toda nuestra comunidad? A mis ancestrxs, a mi familia inmigrante, y a mi comunidad actual de guerrerxs de la justicia social les debo el poder hacer el trabajo para responder a estas preguntas.